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conjunto todos los logros producidos por los avances científicos y tecnológicos, sería
obvio que son productos de una estructura, no de individuos aislados. Un individuo
puede inventar el televisor, sin embargo la televisión es producto de todo un sistema,
controlado por un péndulo.
Cuando te conviertes en un elemento de una estructura, tienes que seguir la regla del
péndulo. Como resultado, entras en una inevitable contradicción entre los intereses
personales y las condiciones a que te fuerza la estructura. El peor caso es cuando no
estás consciente de este hecho y trabajas obedientemente con el sudor de tu frente
dentro del sistema, sin tiempo para levantar la cabeza para mirar alrededor y volverte
consciente de tus actos.
Tú puedes objetar: ¡Qué clase de absurdo es éste! ¿Por qué dices que no soy consciente
de lo que estoy haciendo? Al contrario, soy perfectamente consciente de lo que estoy
haciendo, por qué y por qué razón lo estoy haciendo.© Probablemente no.
Como un notable ejemplo se podría tomar los campamentos de verano de los niños. La
aún-por-establecer psique de los adolescentes, que están relativamente libres de ser
clasificados, sirve como terreno fértil para el crecimiento de los péndulos. Los péndulos,
en virtud de su naturaleza agresiva, crean un entorno donde florece un espíritu
competitivo. En ese entorno, si tú no eres como todo el mundo, esto es, si no
correspondes a los parámetros de la estructura formada, pueden hacerte un hazmerreir,
ser ©echado del rebaño©, o simplemente ser pegado.
Bajo tales condiciones, un adolescente esta dormido despierto, y está dormido como un
tronco. Él vive como en un sueño, inconsciente de sus actos, sea en una multitud o en
oposición a ella. Lo sedante en este caso es la fuerte sensación de relación competitiva y
las severas dudas que el adolescente tiene sobre su propia adecuación y adaptación al
conjunto de ©patrones©. Esta sensación de opresión y vigilancia está siempre ahí, incluso
si por fuera el adolescente está tranquilo y lleno de energía.
Este tipo de opresión, bordeando en la desesperanza, es el mismo que se experimenta
en un sueño inconsciente, donde estás enteramente a merced de los sucesos
desplegados. La vida en un entorno agresivo ©sucede©, de modo similar a un sueño. El
rápido flujo de sucesos te ©precipita© hacia delante y toda tu conciencia se reduce a
mantenerte a flote, boquiabierto de miedo.
Si el adolescente no ha conseguido un núcleo interior de confianza, él instintivamente ±
podrías decir inconscientemente ± empieza a buscar un punto de apoyo que le permita
reforzar su estatus. Y el péndulo es el único en ofrecer este apoyo, aunque no gratis,
sino a cambio de someterse a las reglas de la estructura.
Se puede observar a menudo, en un entorno similar a un campamento de verano, que
tienes ciertos individuos alborotadores que están aparentemente cien por cien seguros
de ellos mismos y a los que todo les resbala. Toda su falsa confianza es mantenida por
un punto de apoyo proporcionado por un péndulo.
Imagínate a dos de estos poseedores de apoyo ± uno un ©remolón©, otro un ©travieso©:
©¡Eh, tú! ¡Mírame! ¡Haz como yo! ¡Haz como yo! ¡No seas retrasado! ¡Deja de esperar
ahí, suéltate, haz el mono!
Nadie alrededor de ellos se da cuenta de que estos dos están pendiendo del enganche
del péndulo, como marionetas. El punto de apoyo, aunque efímero, es responsable de la
ilusión que ellos han creado. Los demás, observando la imaginaria confianza de estas
marionetas, hacen exactamente lo mismo ± obtienen el punto de apoyo a cambio del
cumplimiento de la regla: ©Haz como yo©. Y así, todos ellos siguen pendiendo juntos,
tanto los ©remolones© como los ©traviesos©.
El punto principal es que los adherentes del péndulo se someten a su regla mientras son
totalmente inconscientes de ello. Caen completamente bajo la ilusión de que esto es
como debería de ser. Siguiendo la regla, los adherentes pueden hacer lo que ellos
quieran, pero lo hacen todos del mismo modo. Por ejemplo, los adolescentes ya no
utilizan el lenguaje sucio para blasfemar ± el lenguaje sucio es justamente como ellos
hablan hoy en día. Incluso no se le ocurre a nadie que eso es hacer una cosa vulgar. Sin
embargo la vulgaridad es básicamente mal gusto. Es de baja categoría. Es lo mismo que
no cuidar la higiene personal y andar por ahí con ropa sucia. Los adolescentes no visten
ropa sucia de momento, pero sin duda lo harán, tan pronto como haya una regla que
les diga que hagan eso.
Por ejemplo, en la corte del rey francés Luis XIV, lavarse no era considerado apropiado,
porque el mismo rey tenía una aversión patológica a la higiene, reducida a lavarse sólo
las manos con coñac. Los miembros de la corte estaban obligados a seguir su ejemplo,
de modo que, para ocultar el desagradable olor que venía de sus cuerpos, se vertían
encima montones de perfume; como resultado había un fuerte hedor por todo el
palacio. Y una observación más: a causa de que la corte entera sufría también de piojos
como resultado de esta pobre higiene, adoptaron un ©refinado© hábito: las damas y los
caballeros llevaban varitas, que utilizaban para rascarse ©graciosamente©. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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