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expliqu� que la jaca de mi hermana hab�a sido atacada y que hab�amos contestado a sus
peticiones de auxilio. Por lo visto no estaba dispuesto a aceptar aquella exposición por las
buenas. Me miró con dureza y se volvió hacia Sally y Katherine.
- Es posible - comentó -. �Pero qu� es lo que os ha tra�do a vosotras aqu� con tanta
prisa?
- Vinimos, naturalmente, cuando o�mos gritar a la ni�a - respondió Sally.
- Yo me encontraba justo detr�s de vosotras y no o� nada.
Sally y Katherine se miraron mutuamente. Fue Sally la que replicó cortante, mientras se
encog�a de hombros:
- Nosotras, sin embargo, s�.
Me pareció llegado el momento de intervenir.
- Hubiera cre�do que todo el que se hallara dentro de un radio de varios kilómetros la
habr�a o�do. Hasta la jaca, pobre bruta, pegó fuertes relinchos.
Rodeamos el grupo de arbustos y le conduje hasta el claro, en donde le ense�� la jaca
brutalmente atacada y a la criatura muerta. Se mostró sorprendido, como si no hubiera
esperado tal evidencia, pero eso no significaba que se quedara conforme. Pidió ver las
c�dulas de Rosalind y Petra.
- �A qu� viene todo esto? - pregunt� a mi vez.
- �No te has enterado de que el pueblo de los Bordes ha puesto esp�as por aqu�?
- No - respond� -. De cualquier forma, �es que parecemos nosotros gente de los
Bordes?
- Bueno, pues lo ha hecho - observó, ignorando la cuestión -. Las instrucciones son que
nos mantengamos alerta. Vamos a tener jaleo, y cuanto m�s despejados est�n los
bosques menos posibilidades hay de tropezarse con algo desagradable.
Por lo visto segu�a sin estar satisfecho, porque primero volvió a mirar a la jaca, luego a
Sally y despu�s comentó:
- Yo dir�a que hace aproximadamente media hora que esa jaca no puede lanzar ya
ning�n relincho. �Cómo hab�is podido vosotras llegar hasta aqu�?
Los ojos de Sally se abrieron un poco m�s antes de contestar con simpleza:
- Bueno, los relinchos proced�an de esta dirección, y cuando nos aproximamos o�mos
los gritos de la ni�a.
- Y es de agradecer ese inter�s vuestro - intervine yo -. De no ser porque nosotros nos
encontr�bamos un poco m�s cerca, vosotras hubierais sin duda salvado su vida. Ya ha
pasado todo y afortunadamente no tiene ning�n da�o. Pero ha sufrido un gran susto y
ser� mejor que la lleve a casa. Gracias por vuestra intención de socorrerla.
Notaron la indirecta. Nos dieron la enhorabuena por la suerte de Petra, nos expresaron
su deseo de que la ni�a superara pronto el choque y se marcharon sobre sus monturas.
Por su parte, el hombre parec�a querer dar la lata. A�n se mostraba insatisfecho y un
poco desorientado. Sin embargo, no contaba con nada en lo que basarse. Al final nos
dedicó a los tres una larga e inquisitiva mirada, pareció dispuesto a manifestar algo m�s,
pero luego cambió de opinión. Por �ltimo, nos repitió la advertencia de que nos
mantuvi�ramos alejados de los bosques y se marchó sobre su yegua por el mismo
camino que hab�an seguido las dos muchachas. Le vimos desaparecer por entre los
�rboles.
- �Qui�n es? - me preguntó Rosalind intranquila.
Lo �nico que pude decirla es que el nombre que hab�a en su c�dula era el de Jerome
Skinner. Para mi era forastero, y nuestros nombres tampoco parec�an haber significado
mucho para �l. A no ser por la barrera que todav�a representaba la actividad mental de
Petra, hubiera preguntado a Sally. La falta de comunicación con los dem�s por aquel
motivo me produc�a una sensación extra�a y de ahogo, y me hac�a maravillarme de la
fuerza de voluntad que hab�a mostrado Anne durante todos aquellos meses que se hab�a
tirado sin establecer contacto con nosotros.
Rosalind, todav�a con el brazo derecho rodeando a Petra, abrió la marcha hacia casa.
Yo las segu� despu�s de recoger la silla y la brida de la jaca muerta, y de sacarle las
flechas al animal que la hab�a matado.
En cuanto llegamos al hogar metieron a Petra en la cama. Durante las �ltimas horas de
la tarde y primeras de la noche apreciamos oscilaciones en el trastorno que nos estaba
causando; no obstante, continuó atorment�ndonos hasta cerca de las nueve de la noche,
cuando por fin comenzó a disminuir de verdad y desapareció.
- Gracias a Dios - manifestó uno de los otros -. Ya era hora de que se durmiera.
- �Qui�n es ese Skinner? - preguntamos Rosalind y yo, ansiosa y simult�neamente.
- Es nuevo aqu� - contestó Sally -. Mi padre le conoce. Posee una granja en el limite de
los bosques próximos a donde estabais vosotros. Tuvimos la mala suerte de que nos
viera, y naturalmente le extra�ó que fu�semos al galope por entre los �rboles.
- Parec�a muy receloso - observó Rosalind -. �Por qu�? �Es que sabe algo acerca de
conceptos pensados? Yo pensaba que nadie lo sabia.
- Por lo menos no puede formarlos ni recibirlos - indicó Sally -. Yo he intentado
establecer contacto con �l y ha sido imposible.
Notamos la peculiar comunicación de Michael, quien quer�a saber de qu� trat�bamos.
Se lo explicamos y comentó:
- Algunos tienen idea de que algo parecido puede ser posible, pero sus nociones son
sólo aproximadas y creen que consiste en una especie de transferencia emocional de
impresiones mentales. Lo llaman telepat�a... o al menos ese es el nombre que le dan
quienes creen en ello. Porque la mayor�a de la gente tiene muchas dudas en cuanto a que
exista nada semejante.
- �Piensan que es aberrante? - pregunt� a mi vez -; quiero decir aquellos que creen en
su existencia.
- Es dif�cil de asegurar. Que yo sepa, nunca se han planteado directamente la cuestión.
Pero como acad�micamente existe el argumento de que Dios es capaz de leer las mentes
de los hombres, se aduce que la verdadera imagen debiera ser capaz de leerlas tambi�n.
Podr�a arg�irse que se trata de un poder perdido temporalmente por los humanos como
castigo..., pero delante de un tribunal yo no me arriesgar�a a utilizar ese razonamiento.
- Ese Skinner tiene pinta de sabueso - intervino Rosalind -. �Conoc�is a alg�n otro
curioso?
Todos contestaron que no.
- De acuerdo - replicó ella -. Pero llevemos cuidado para que esto no vuelva a suceder
otra vez. David tendr� que explic�rselo a Petra con palabras e intentar� que aprenda
alg�n tipo de auto - control. Si la ni�a vuelve a producir esta angustia, ignorarla todos, o si
no, no respond�is a ella. Dejadlo para David y para mi. Si es tan apremiante como la
primera vez, quien llegue antes a Petra que trate de dejarla inconsciente de alguna
manera, y en el momento que desaparezca la urgencia que se evapore. Tenemos que
asegurarnos de no agruparnos de nuevo. Ser�a lo m�s f�cil que no volvi�ramos a tener
tanta suerte como hoy. �Lo entend�is y est�is de acuerdo todos?
Sus asentimientos llegaron ordenadamente; despu�s nos dejaron solos a Rosalind y a
m� para que discuti�ramos el sistema mejor de guiar a Petra.
Me despert� por la ma�ana temprano, y lo primero que not� fue de nuevo la angustia
de mi hermana. Sin embargo, su peculiaridad era ahora distinta; la alarma se hab�a [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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